Cada día abrimos los ojos al despertar como si esto fuese lo
más normal, habitamos toda una jornada llena de actividades, conversaciones, alimentos
y relaciones, luego de estar exhaustos volvemos a dormir. Para las personas que pueden llegar a leer esto, lo más probable es que les sea obvio y esperable que así sea; no obstante, muchas
personas día a día deben luchar para sobrevivir, recorrer largos tramos de
tierra seca para conseguir agua y comida o sentarse y verse morir.
La reflexión no va sobre la injusticia e inequidad del
sistema gobernante, si bien pienso que es así no puedo hacer un aporte crítico
en ese sentido. Me interesa centrarme en
qué sucede con esa persona y su conexión con la tierra o cómo se relaciona por
ejemplo el habitante de la sabana que vive ritos de fertilidad y agradece no
ser devorado por alguna fiera.
Seguramente para ellos abrir y cerrar los ojos, estar vivo y sobrevivir
son procesos conscientes dentro de los que la tierra como ser vivo ocupa un
lugar preponderante.
Así es como el ser humano moderno y de las ciudades ha
perdido la conexión con la tierra, no sabe de dónde viene el agua que bebe o la
fruta que come. No agradece el aire que
respira o el sol que lo calienta, hemos perdido el respeto por nuestra Madre,
creemos ser dueños del planeta y sin embargo en el fondo de nuestros corazones
sabemos que sólo somos un habitante más de este planeta. Nos duele cuando una especie se extingue,
cuanto las personas mueren, nos duele la injusticia, nos duele no ser libres.
El origen de la mayoría de nuestras enfermedades físicas
está en le esfera de lo emocional, antes de que nuestro cuerpo físico se
enferme se enfermó nuestro cuerpo etérico, es ahí en ese espacio olvidado por
no tener una rama científica de estudio, donde todo se gesta. Cuando el miedo, la tristeza, la resignación,
el odio dejan de ser emociones y se transforman en estados de ánimo, nuestro cuerpo
energético deja de resonar en armonía con las energías celestes y terrestres,
nos desconectamos del equilibrio universal y al deambular huérfanos, nos
perdemos en la enfermedad y el dolor.
Necesitamos tener consciencia de nuestra existencia como
parte de este planeta, entendernos y amarnos como hijos de la Madre Tierra y su
conexión universal, nuestra salud y nuestra felicidad requieren de la toma de consciencia
de que somos UNO. Para algunos el camino
será la meditación, para otros la religión, el deporte, la familia, la verdad
es que el camino a la conexión es personal y perfecto siempre, lo importante es
que nuestra “práctica” sea en el camino correcto.
Una familia que se reúne para cultivar su huerta, que
agradece los alimentos que la tierra le da, es una familia que crece en
sintonía con la tierra. Una persona que
cada mañana ora para agreceder que está viva y en la noche agradece el día
antes de irse a dormir, es una persona sintonizada con la gratitud; un meditante
se conecta con el ser único (Tao). Un voluntario que limpiar las playas o
planta árboles nutre la naturaleza.
Todas son formas de buscar el camino de regreso a casa y conexión con
nuestra consciencia de hijos de lo terrestre y lo celeste. Elije uno, elije todos, busca el tuyo, pero
no pases por esta vida sin buscar tu esencia divina, es la mejor forma de
cultivar tu salud.