miércoles, 6 de enero de 2010

Estás San@?


En el contexto actual esta pregunta es de manga ancha, muchos responden que sí sin revisar realmente el estado integral de su ser.  Hoy estar sano implica simplemente no tener un síndrome bautizado por la medicina expresándose en estado agudo.  Me explico.

Conozco personas “sanas” que consumen habitualmente medicamentos para controlar la acidez, el reflujo o las migrañas.  Otros que están “sanos”, pero no logran conciliar el sueño sin pastillas, también están los “sanos” con hongos en los pies, bronquitis crónica y asma.
Según la OMS, salud es el estado de completo bienestar físico, mental y social.  Es evidente que sufrir cualquier dolencia es, en mayor o menor grado, ausencia de salud, el punto es que nos hemos acostumbrado a convivir con cierto nivel de malestar y enfermedad hasta considerarlo normal.  Al enfrentarnos a la disyuntiva de enfilar detrás de los sanos o detrás de los enfermos, pensamos: “hoy estoy como todos los días, entonces estoy sano”, si amanecí con algo de fiebre y dolor en el cuerpo, entonces estoy enfermo.
Vivimos y convivimos a cada momento con la enfermedad, estamos en una sociedad donde la medicina es una lucha constante con la enfermedad y cuando logro guardar mis malestares bajo la alfombra, entonces creo estar sano.
Una forma distinta de mirar la salud es como un tesoro a cultivar, algo frágil y dinámico, como un vaso lleno de agua que debo mantener siempre en ese nivel.  Si me descuido y el agua baja queda espacio que se llenará de otra cosa, en este caso de enfermedad, en esta perspectiva estar sano es no dejar espacio para que la enfermedad ingrese a nuestro sistema.
La enfermedad entonces no es un enemigo al que debemos atacar con medicamentos, si no un maestro, un amigo un tanto desagradable que nos avisa que bajamos la guardia, que nos descuidamos en algún ámbito de nuestra vida y que debemos volver a nuestro centro.
Para mantener nuestra salud al máximo y evitar de esa forma dejar espacio para la enfermedad, debemos enfocarnos en cultivar nuestro ser integralmente, cuerpo, emoción y espíritu.  Estar sano es estar bien todo el día, que digerir, dormir y despertar, hacer ejercicio, en fin vivir, sea algo transparente, que suceda en el cuerpo sin que nos percatemos, sin dolor, sin incomodidad.
La humanidad se ha alejado del resto de la naturaleza, creímos ser superiores y creamos nuestro propio hábitat, todo lo que necesitábamos para vivir ya existía, pero creamos cosas nuevas que nuestro cuerpo desconoce y producen en él un corto circuito.
Día a día, respiramos el producto de nuestra modernidad, comemos cosas que salen de una lata o una bolsa, preparadas con productos químicos ficticios o insumos naturales “mejorados”, bebemos agua clorada o bebidas de fantasía, excesos de proteínas, sal y azúcar.  Nos desplazamos por la ciudad sin mover los pies, calentamos los alimentos sin fuego, en fin, hacemos mil cosas que nos alejan de la naturaleza, bombardeamos nuestro ser con material ininteligible, que se anquilosa en algún lugar para ser aislado y encapsulado, como algún tipo de desecho radiactivo que tiramos al mar.
Habitando el mundo de esta forma, alimentándonos así, viviendo aislados de nuestro origen, aislados de nuestro hermano, nuestro vecino, indolentes ante el dolor del otro, tirando los cachorros a la calle, difícil es que podamos estar en equilibrio de cuerpo, emoción y espíritu, imposible entonces estar sanos.  No obstante, podemos hacer cosas para comenzar a llenar nuestro vaso de la salud y desplazar de esa forma a la enfermedad.
Si queremos estar más sanos debemos primero estar más concientes de lo que entra en nuestro organismo, procurar alimentarnos de cosas naturales, frutas y verduras sin químicos, carne sin hormonas, harinas y cereales sin refinar, agua pura.  Preparar nuestra comida con amor, tener árboles y plantas en nuestra casa, hablar con el vecino, hacer algo por nuestro prójimo, respirar profunda y concientemente, caminar, cuidar la naturaleza y no contaminar.  Poco a poco nuestro ser ira recuperando el equilibrio y nuestro duro maestro “enfermedad” tendrá menos razones para visitarnos.
Debemos dejar de luchar con la enfermedad y ocuparnos más de la salud, observar cada bocado, cada emoción, cada palabra y ver si con este sumamos salud o mermamos salud, es decir, si estamos invitando a nuestro amigo desagradable a nuestras vidas.


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